HISTORIA DEL PAPEL

La necesidad de expresarse por escrito que desde siempre ha sentido el hombre le ha llevado a buscar materiales de todo tipo para plasmar su mensaje de forma duradera. En un principio fueron paredes de cuevas, huesos, conchas marinas, cortezas de árbol y hasta caparazones de tortuga. Todo valía, aunque el soporte era efímero.
En el Imperio griego se escribía en cerámica, piedras pulidas, tablillas recubiertas de cera hasta que Alejandro Magno popularizó el uso del papiro fabricado en Egipto. La elaboración del papiro era monopolio real por su alto coste, el tallo de la planta de papiro que nacía en el río Nilo, se mantenía en remojo hasta que sus fibras se separaban, después se cortaba en tiras y se prensaban para eliminar el líquido, el proceso se repetía superponiendo unas tiras horizontales con otras verticales y prensándolo de nuevo para, finalmente, y una vez eliminada toda la savia, pulir el resultado con una pieza de marfil. Los papiros se escribían por una cara y se enrollaban para su conservación y transporte. Gracias a ellos conservamos grandes obras de la antigüedad clásica.
Con el declive de la cultura egipcia decayó el uso del papiro, aunque la necesidad de un soporte similar era cada vez mayor en la cuenca mediterránea. Hacia el siglo II a.C. en la ciudad de Pérgamo, en la actual Turquía, se inventó una técnica de secado y pulido de la dermis de diversos animales como el cordero, la ternera, la gacela o la cabra. Las membranas que se obtenían eran lisas, flexibles, ligeras y lo suficientemente resistentes como para ser escritas por los dos lados.
El pergamino fue utilizado en Europa hasta que en el año 751 d.C. tras la batalla de Talas en Asia central entre árabes y chinos por el control de la ruta de la seda, unos papeleros chinos cayeron prisioneros de los árabes y acabaron revelando el secreto de la fabricación del papel que en su país llevaba fabricándose seiscientos años gracias a las avispas. Un hombre llamado Tsai Lung observó que los hexágonos de los avisperos están construidos con una especie de cartón que las avispas fabrican mezclando su saliva con fibras de bambú. Triturando bambú y morera Tsai Lung obtuvo una pasta líquida que filtrada y secada se convertía en papel.
Los árabes perfeccionaron la técnica china sustituyendo el bambú por trapos de algodón, cáñamo y lino de donde extraían la fibra. Instalados en Al-Andalus en poco tiempo las bibliotecas de los califas fueron las más importantes y la fábrica de papel de Játiva la primera del mundo. Los cristianos europeos comprendieron que era más ventajoso fabricar su propio papel que importarlo en costosos viajes, y así surgió el oficio del trapero que recorría pueblos recogiendo trapos viejos para venderlos a precio de oro al molino de papel donde los trapos sin teñir eran sometidos a un proceso de separación de fibras y trituración. El producto resultante se mezclaba con agua y resina para obtener una pasta. Dicha pasta se metía en un soporte rectangular que era sacudido hasta conseguir escurrir el agua y transformar la pasta en una superficie uniforme y lisa que se prensaba entre dos piezas de fieltro y se dejaba secar. Cada molino introducía su marca de agua o su filigrana que permitía conocer la procedencia del papel.
El papel era un bien escaso y caro utilizado por monjes y eruditos, pero en el año 1450 un invento revolucionó como ningún otro la historia de la cultura: la imprenta. Johann Gutenberg inventa unos moldes reutilizables de plomo con las letras del alfabeto y una máquina capaz de sujetarlos uno al lado de otro para una vez entintados dejar la impresión en el papel.
Con el aumento de los lectores la escasez de trapos para hacer papel fue inmensa y el coste muy elevado. Los molineros intentaron durante siglos varias alternativas como la utilización de pulpa de madera, pero hasta que en el año 1840 no se consiguió la trituración mecánica, el papel siguió siendo un artículo de lujo.
Hoy en día las técnicas de fabricación del papel han sido simplemente mejoradas y depuradas por el añadido de productos químicos, pero la materia prima para la obtención del producto sigue siendo la misma: la madera.
Se ha calculado que para fabricar diez libros de tapa dura se necesita la madera de un árbol. A este ritmo ¿cómo puede la humanidad evitar la desaparición de los bosques? ¿qué podemos hacer nosotros a nivel local? Las respuestas son simples: reemplazar los árboles de forma que por cada árbol cortado haya dos plantados, sustituir poco a poco las coníferas como los pinos que son adultos a los veinte años y los árboles de hoja caduca como las hayas que no son adultas hasta los sesenta, por plantas como el cáñamo o el esparto que crecen en un año.
El reciclaje más que importante es fundamental: una tonelada de papeles reciclados salva la vida de ocho árboles.
Nosotros debemos replantearnos nuestra forma de consumo de papel y de ahí surge la idea de Reciclibros: damos una segunda oportunidad a libros ya leídos por sus dueños para que otra persona los adquiera siendo consciente de que está salvando la naturaleza. En la parte superior de nuestra página web hay un contador que muestra en tiempo real las donaciones de libros recibidas y su equivalencia en árboles salvados y agua ahorrada.
Nosotros ponemos nuestro granito de arena, ahora te toca a ti.


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